miércoles, 7 de octubre de 2015

Infantería, la Curtiembre

Planeta de maderas y fogatas.
Mundo de despojos y de febriles labores.
Cientos de carros faenando sus pertenencias
al costado de las hogueras, donde se secan las pieles
de los cuerpos deshollados.
Pieles apergaminadas que el fuego hace crujir.
Hábiles los mocosos, expertos de ojos enormes
despojan a los despojos
de lo poco que tienen.
Tenue protección contra el filo del mundo.
Filo de cuchillitos que separan la grasa del pellejo
con habilidad exquisita
y arrojan el bollo delicado a la vera
de las hogueras
donde otros, de miradas igualmente ávidas
de fuego y perfección
tensan el desholle en bastidores
puestos a secar   y lamen con trapitos
los restos de
grasa   carne   tendones
sangre
hasta lograr la superficie pulida
sin mácula
la superficie cabal.
Y entonces chiflan.
Los dedos en la boca
el aire saliendo sibilante y fuerte
entre los diques de los labios.
Chiflan y aparecen los viejos
que, con golpecitos y caricias
sobre sus pequeñas cabecitas
alaban, celebran las obras de los menores
y, eligiendo los mejores retazos
los toman cariñosamente y se meten
con ellos
en la espesura.
Entonces el escribiente prueba la pluma entinatda
en su propia piel
en un brazo tan marcado
por las arrugas de una edad provecta
como por las rías de tinta
que recorren esos valles carnosos.
Detiene la pluma entintada de negro
en el aire húmedo de la maleza.
Tinta negra sobre pluma blanca.
Y, sin pensar
vacío de pensamiento propio
de necesidad
de propósito
escribe en el pergamino de hombre
cuidando la forma
de una caligrafía trabajada y hermosa
escribe lo que le dicta una voz
escribe la voz de una guerra.


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