lunes, 22 de julio de 2013

MOLESKINE Notas al pie de obra. Rudolf Stingel en tres partes

PALAZZO GRASSI 2013 Primera Parte Leo en una revista: “Uno puede entrar en un templo como turista o como creyente” Un palacio veneciano, una tienda en medio oriente, un templo cristiano, la tumba de un artista. El Palacio Grassi cubierto de alfombras: una sola alfombra infinita que cubre los pisos y trepa por cada altísima pared. Un solo motivo: la reproducción de una carpeta desgastada por el uso cotidiano de una familia o por los pies descalzos de miles de hombres arrodillados en dirección a la Kaaba, repetido por doquier. En algunas paredes, algunas pinturas. Escasas, de tamaños variados. En un autorretrato escondido entre las columnas de la planta baja, vemos a Stingel viejo y abatido. Del otro retrato que cuelga de las paredes alfombradas, sabemos que es el de un amigo del autor, recientemente muerto. Casi todas las demás pinturas son reproducciones en blanco y negro de esculturas cristianas que rememoran las fotos que solían exhibir las revistas de los años 60´s. Cuadros pequeños, espaciados, perdidos en las enormes habitaciones del Palacio. El más grande de todos es la imagen de un esqueleto montando un león de piedra (otra vez la Muerte enseñoreada). Pinturas tristes que juegan con la brillante luz del verano veneciano que entra vibrante por las altas ventanas apenas cubiertas por cortinas blancas que sustraen la imagen del Gran Canal, pero que no detienen la luz, sólo la tamizan para que no compita con sus claros y sombras con el blanco y negro de las pinturas. El resto es casi rojo, dominante en el motivo de la alfombra. Leo que puede tener que ver con el consultorio vienés de Freud (coleccionista de alfombras orientales). Palacio de la subjetividad. La alfombra que, en Occidente, es un ornamento y en Oriente un elemento primario de cualquier casa, funciona en perfecta sincronía con Venecia, una ciudad indefinible, acuática, barroca, bizantina, ligera y dramática. Salgo del Palacio como un creyente.

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